No creo que los hombres entiendan alguna vez lo difícil que es para una mujer salir de la casa. No por todos los peligros que sabemos que son reales, sino por el hecho de que siempre debemos cumplir con ciertos estándares de belleza para cada escenario al que asistimos.
Y es algo que comienza desde muy temprana edad. Por ejemplo, los niños cuando van al jardín de infantes pueden saltar de la cama al uniforme e irse. A nosotras las niñas nuestras madres tienen que asegurarse de que nos bañemos, estemos bien peinadas, y que tengamos un aroma agradable.
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Aunque esto no es ninguna tortura, cuando pasa exactamente lo contrario se empiezan a escuchar comentarios por parte de terceros de que “esa niña está desaliñada”. Como si acaso, aún a esa corta edad, debamos vernos bien para alguien más. Y no simplemente sentirnos cómodas con nosotras mismas.
Y es que ese es el problema, desde que somos pequeñas escuchamos que debemos vernos bien, en vez de que tenemos que sentirnos de esa manera. Porque, para mí ya no se trata de cómo el mundo me vea, sino de cómo yo me sienta al respecto. ¡Y eso es lo importante!
Pero no pude evitar lidiar con la presión social en especial en los tiempos de secundaria, que es cuando la mayoría de nosotros comienza a interesarse de una manera más física en el sexo opuesto. O el mismo sexo. Y los dolores de cabeza no tardan en aparecer.
Cuando te gusta alguien parece que al menos el 50% de las cosas que haces están dedicadas para esa persona. En especial el arreglarte antes de salir de casa, si sabes que lo verás. Si antes te tardabas media hora, ahora puedes durar 1 o más antes de sentirte confiada para salir.
Pero tu confianza no vale de nada si esa persona no te dice “Qué linda que estás”. Como si realmente necesitáramos la aprobación de otra persona para darnos cuenta de que somos personas atractivas. O de lo que nos hemos puesto al salir esta mañana ha sido la elección correcta.
Y todo va peor cuando esa persona que nos gusta se fija en otra. Todos esos nervios e inseguridades se transforman en el gran “¿Será que yo no soy lo suficiente?”, o “¿Qué tiene ella que no tenga yo?”, y es ahí donde se sacan las peores conclusiones del mundo.
Llegó un punto donde me cansé de toda la presión social y decidí que, en vez de seguir la corriente, iría en contra de ella. No porque simplemente quería ser rebelde, sino porque quería ser yo misma. Quería verme, cada día, como la mejor versión de mí. No como la chica de la revista.
Desde ese momento en adelante no me sentí mejor. Realmente no me importaba si alguien me decía que lucía bien, y mucho menos le hacía cerebro a cuando oía a alguien mencionar lo “mal” que me veía. Porque estaba cómoda conmigo misma.
Un personaje muy importante para mí, que me ayudó a ganar toda esta confianza, fue Lady Gaga. Cuando escuché el coro de Born This Way entendí que todos somos hermosos a nuestra manera, y que no importa cómo nos veamos, porque somos suficientes para gustarle a cualquier persona. Y eso es motivo para amarnos a nosotros mismos.
Arreglarte para ti no consta en perder el sentido de la moda, o ir en contra de los estándares. Prepararte cada mañana para ti es estar cómoda con quien eres, y lo que llevas. Y no permitir que nadie influya en ello. La única decisión importante es la tuya.
Portada: Daniel Corneschi