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Confianza en mí misma

¿Has dudado alguna vez de ti?, porque, aunque nadie esté hablando de ello abiertamente, es más común de lo que crees. Incluso la persona que demuestre más seguridad en sí misma, ha llegado a dudar de ella en algún momento. Quizá más seguido de lo que podemos imaginar.  

Porque dudar es como tener miedo, y hay quienes dicen que es el miedo lo que nos mantiene vivos. Dudamos por todo, si somos lo suficientemente buenos para tomar esa oferta laboral, o si seremos lo suficientemente buenos para estar dentro de cualquier equipo. ¡Hasta si nuestro cuerpo es lo suficientemente bueno para lucir esos jeans! 

Dudar no está mal, es algo natural. Y podría decirse que es lo que nos ayuda a mantener nuestros pies en la tierra. Es decir, demostrar seguridad está bien, pero creer que somos lo suficientemente buenos para cualquier cosa también es algo que puede jugarnos en contra.

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A que tú también has visto a otra persona alardeando de qué tan buenos son en cualquier cosa que hacen y has pensado “Vaya, qué egocéntrica”. Porque la vida funciona de esa manera, nos gusta la seguridad, pero todo en exceso puede llegar a ser muy malo.  

La primera vez que dudé de mí misma fue en la primaria. En ese tiempo estaba de moda la serie juvenil de Somos Tú y Yo. Quienes la hemos visto, sabemos que en la segunda temporada Sheryl, su protagonista, impactó las pantallas con una pollina. También conocido como flequillo. 

No pasó mucho tiempo para cuando toda niña y adolescente tenía su propio flequillo. Y, aunque se le veía bien a la mayoría, yo dudaba de si sería lo mismo en mí. Y me dejé consumir tanto por el miedo que nunca pude decirle a mi madre lo mucho que la quería.  

Pero, algunas veces no son nuestras mentes las que nos juegan en contra. Si no los comentarios de otras personas. Como aquella vez que me coloqué mis botas con un vestido y para mí se veía tan bien, pero para mi madre era totalmente contraproducente. Como si hubiese roto algún tipo de ley.  

Toda la situación me hizo replantearme si realmente quería salir luciendo así. O si era el tipo de chica que no debe preocuparse por esas cosas porque todo le va bien. Obviamente, en ese momento, no creí que lo fuese. Y terminé por colocarme mis zapatos altos.  

A medida que fui creciendo me di cuenta que realmente el auto-sabotaje, y los comentarios negativos que nos hacen terceros, no tienen por qué afectar la manera que queremos lucirnos, o vivir nuestras vidas. Aunque si es muy difícil mantenerse fuerte ante las críticas propias, y de otros.  

No ha sido un camino fácil desde que entendí que no puedo encerrarme en mí misma por mi inseguridad. Pero he empezado a avanzar hacia la meta. Aunque algunas veces tuve que obligarme a saltar al precipicio esperando que lo mejor sucediese. Que nadie se riera de mi “vestido con botas”.  

Leer ayuda mucho. En serio. Leer no sólo te educa en lo académico, sino también en lo personal. Te ayuda a comprender que los estereotipos no tienen por qué ser seguidos. Y si te saltas estos, no tienes por qué lucir mal. O estar mal, en lo absoluto.  

Desde ese momento lo he intentado todo. He intentado cualquier habilidad nueva que me interesase. He intentado cualquier jean, aunque crea que no me quedaría. He intentado hablarles a personas con las que pensaría nunca entablar una amistad. Y me he dado cuenta que, incluso cuando perdemos, si lo intentamos, salimos ganando.

Portada: Logan Weaver