Cuando todos somos niños, por más que queramos dormirnos tarde, no somos capaces de pasar de las 11 de la noche. Y eso para todos es una gran hazaña. En especial si nos quedamos a escondidas de nuestros padres viendo televisión, o jugando con alguna consola.
Creemos que quedarnos despiertos por las noches es lo mejor del mundo, como si se tratase de ver nuestra vida de otra manera. Aunque realmente no sepamos a esa corta edad que estamos provocándonos a nosotros mismos un grave problema. Que es el no descansar bien. El no dormir.
Con el paso del tiempo el dormir menos se hace cada vez más común. Recuerdo que ya en primer año de secundaria me desvelaba un poco, y no era precisamente por hacer las tareas. Si no por hablar con mis amigos por el teléfono, aun cuando WhatsApp no existía.
Y es que, al parecer, la mejor programación la tienen en las noches. Los clásicos, las buenas películas, y todas esas escenas de acción, amor, drama y sexo que no nos presentan durante el día. O que no somos capaces de mirar cuando existe la posibilidad de que nuestros padres entren al cuarto.
¡Qué bien se siente no dormir cuando estamos enamorados!, porque nos cuesta agarrar el sueño pensando en qué pasará el día siguiente cuando lo veamos. O si lo veremos en lo absoluto. O nos llegan a la mente todos los momentos que interactuamos con él ese día anterior.
Y es que no dormir por las noches no parece una mala idea hasta que te enfrentas a la realidad de que está el no hacerlo por elección, o por problemas. Porque sí, aunque queramos huir de ellos durmiendo, esto no siempre es posible. ¡Y es algo que apesta!
Así como nos pueden llegar mil y un pensamientos positivos antes de irnos a la cama, podemos pasar toda la noche despiertos recordando todas las cosas malas que alguna vez hicimos. Culpándonos a nosotros mismos por situaciones que no podemos traer de vuelta para enmendar. Causándonos estrés más que innecesario.
¿Y qué ocurre cuando no podemos dormir porque hemos perdido a alguien?, bien sea porque hemos terminado una relación, o nos hemos alejado de algún amigo. Esperamos toda la noche ese mensaje que sabemos que nunca llegará. Pero eso no nos calma las ansias de mirar el teléfono cada cinco minutos.
Yo, particularmente, no puedo dormir por las noches. Tengo muchos recuerdos felices que invaden mi mente y, aunque no estoy en mis mejores momentos, me hacen sonreír de nuevo. Me hacen recordar aquel tiempo inocente donde todo se resolvía de manera tan sencilla que sólo lo empeorábamos más por la falta de una buena toma de decisiones.
Algunas noches tampoco puedo dormir arrepintiéndome de las cosas que nunca hice. De las oportunidades que no tomé, o de las que dejé perder por no ver más allá de la punta de mi nariz. Creyendo que siempre estaría en el mismo lugar.
Pero las peores noches son aquellas en las cuales no puedo dormir pensando en todas aquellas personas que ya no están conmigo. Leyendo viejas conversaciones, viendo fotos antiguas. Deseando que, por arte de magia, cierre mis ojos, los abra de nuevo en medio de esos días, y todo haya sido una terrible pesadilla.
¿Tú qué tal duermes?, ¿crees que lo tienes todo bajo control?, ¿realmente se puede tener todo bajo control?, porque, una vez que te desvías un poco del camino, es muy difícil volver a entrar en él. Y es cuando el insomnio será lo único seguro en tus noches.