Ojalá llegue el día en que te mires y te sientas orgulloso de ti mismo. Ojalá llegue el día en que tus lágrimas derramen felicidad y no tristeza.
Ojalá llegue el día en que sientas que no estorbas en la vida de nadie, y que si sientes un hueco en ellas es porque hay algo de ti que les gusta, que hace que seas esa pieza imprescindible que necesitan tener.
Ojalá llegue el día en que comprendas que el hecho de que haya gente que no sepa valorarte no quiere decir que no merezcas la pena. Que quizá la persona que quieres que te valore no lo va a hacer, pero ese no es problema tuyo, tal vez tampoco sea de la otra persona o quizá sí, pero no debes sentirte culpable por algo que no está en tu mano. Porque por mucho que cuides a alguien nadie te asegura que la otra persona vaya a saber cuidarte de la misma forma. Porque quizá a ti te salga dar mucho por alguien, pero a ese alguien no le sale dar tanto. Porque quizá la forma de demostrar las cosas es diferente a la del resto. Porque quizá tú seas diferente, pero ser diferente no te convierte en un bicho raro, te convierte en alguien especial. Y ser especial es genial.
Ojalá llegue el día en que no te dé miedo gritar, pedir ayuda, mirar a la cara a cada uno de esos miedos que te prohíben ser como quieres ser y hacerles ver que nadie es quien para prohibirte ser tú mismo. Porque cada persona es un mundo y tu mundo también merece que lo visiten, que lo conozcan, que lo disfruten, que lo cuiden y lo quieran con locura.
Ojalá y algún día llegues a entender que eres la suerte que muchos desean tener en sus vidas. Ojalá y te des cuenta de que ahí afuera hay gente orgullosa de poder formar parte de ti.
Nadie es perfecto tampoco quieras serlo porque la belleza se encuentra en cada una de tus imperfecciones. Quiérete tal y como eres, quiérete entero, hecho pedazos o a medias, pero hazlo bien. Quiérete porque ese es el primer paso para que los demás también sean capaces de quererte igual de bien o más.