Saltar al contenido

La última vez que te vi

Estoy sentada en un café, en una mesa para dos personas, al lado de la ventana. Estoy sola. Estoy haciendo tiempo para ir a la facultad. Mirando hacia la calle. Pensando en la última vez que te vi.

Estoy con mi libreta preferida frente a mis ojos. Estoy haciendo un cuadro sinóptico que resuma esa última vez. Y pienso en esa noche. Intento recordar cada detalle, inclusive los que a cualquier detective le parecerían insignificantes para resolver el crimen. A mí no. Porque esa vez me dijiste que todo estaba en los detalles. Me lo dijiste esa última noche, mientras veíamos How to get away with murder, acostados en tu cama. ¿O estábamos viendo How I met your mother? Esa noche vimos un capítulo de cada una. ¿Cuál era en ese momento? No es lo mismo. Pero por alguna de las dos me dijiste eso. Y a mí se me quedó grabado. Los detalles son importantes.

También te puede interesar: Cómo superar una ruptura de noviazgo.

Esa noche tenía un conjunto de encaje negro. Lo anoto. Quizás mi inconsciente lo sabía. Tal vez por eso eligió el color del luto. Pará, ¿Era negro o era rojo? No me acuerdo. No puedo recordarlo. Pero el rojo podría haber sido por peligro. Escribo ”Rojo o negro”, y sigo. Te llamaría para preguntarte, pero te bloqueé.

Fuimos a un bar horrible, un bar que se llamaba Lucas. ¿O era Luciano? Me olvidé. Tomamos tres cervezas cada uno. No puedo acordarme cuáles pediste. ¿Honey? ¿Ipa? ¿Patagonia? Esto es más difícil de lo que creía que iba a ser.

Vos estabas bien, pero yo estaba borracha desde el primer o segundo vaso, como siempre. (¿¿Primero o segundo??, ¿Dónde están los putos detalles?). Vimos un Stand-Up, malísimo. Nadie se reía. Nosotros sí, vos por lástima y yo por ebria. Entonces el tipo pregunta: ”¿Algún enamorado en la sala?”  o algo así. ”A ver, levanten la mano”. Y vos levantás una automáticamente. No sé si la izquierda o la derecha. Pero sé que la levantás. Y yo sonrío.

La levantás. ¡El tupé! ¿Por qué carajo la levantarías? Ese punto lo anoté en mayúscula y lo remarqué con resaltador amarillo.
Quisiste tener relaciones en el auto y yo accedí. Y me dijiste que me amabas cinco veces. Me lo susurraste en el oído. ¿O seis? Los detalles importan. Pero no están. ¿Cinco o seis? No es lo mismo. Me enojo conmigo misma por haber olvidado. Lo que sí sé es que yo te creí las cinco o seis veces. Lo anoto. Fuimos a dormir a la casa de tu viejo. Al otro día te fuiste a trabajar y me dejaste desayunando con tu hermano. Y yo me quedé. Me quedé porque habías levantado la mano. Esa tarde me dijiste que ya no me querías. En el auto.

Me dijiste que ”no-sos-vos-soy-yo”.
Me dijiste que te ibas a arrepentir e ibas a volver llorando.
Y yo te dije que mejor no te arrepintieras porque ya no iba a estar.
Me bajé del auto y me puse a llorar.

Estoy con mi libreta preferida frente a mis ojos. Estoy haciendo un cuadro sinóptico que resuma esa última vez. Arranco la hoja y la hago un bollo. La destruyo. No sirve. No me acuerdo los detalles. Los mínimos detalles que resolverían el crimen se me borraron, o tal vez nunca les presté la suficiente atención como para retenerlos. Quizás nunca los memoricé.

Entonces lo entiendo. Yo no sabía que esa era la última vez. Yo creía que era un día cualquiera, una salida más, y yo te ví levantar la mano, izquierda o derecha, y te escuché decirme que me amabas, cinco o seis veces. Entonces no estaba tan atenta. No estaba nada atenta. No presté ni un poco de atención porque nada malo parecía estar pasando.
Yo no tenía idea de que ese día ibas a asesinarnos.
Yo no te creía capaz de lavarte las manos justo después de levantarlas en nuestra defensa.

”Los detalles son importantes”, me dijiste esa última noche. Y empiezo a pensar que entonces, todo fue planificado. Quisiste, intencionalmente, con cada detalle, hacerlo parecer una cosa y no otra. Quisiste, intencionalmente, que la irracionalidad de lo que hiciste me obsesionara y me haga imposible sobrevivirte y olvidarte.

Porque no hay manera de resolver lo que no podés entender: Y yo todavía, ni nunca, te voy a poder entender.

La última madrugada que te vi me dijiste, en el auto, que me amabas. No sé si cinco o seis veces. No sé cuántas con exactitud. Pero sé que lo dijiste. Y sé que lo dijiste la cantidad de veces necesaria como para que nadie pueda pensar que eran de compromiso.
A las horas, en el mismo auto, me dijiste que siempre me ibas a guardar “cariño”.
“Cariño”. El tupé.

Créditos: Sol Iannaci – TwitterInstagram

Portada: quinntheislander