
¿Has escuchado aquello de que la indiferencia es peor que mil palabras? ¿Cuántas veces estando con tu pareja ya en la noche después de todo un día de trabajo lleno de problemas que resolver te encuentras con que él no responde a tus comentarios, ni a tus preguntas o de vez en cuando un movimiento de cabeza te hace pensar en que tal vez está cansado o se siente mal? Pero al otro día es lo mismo, y al siguiente igual.
Y así pasan los días y las semanas y cuando ya se va haciendo costumbre ese silencio, te empiezas a dar cuenta de que algo está pasando, algo no está bien, y los malos pensamientos empiezan a fluir: “No me está escuchando, pero ¿Por qué? ¿Mi charla le aburre? ¿Ya no lo atraigo? ¿Ya no me quiere? ¿Estará con otra?” Y si el silencio persiste, “¿Cómo será ella, más bonita que yo, más alta, más inteligente, más amable, más…?” Ensordeciendo nuestros oídos más que los misiles en las guerras, enloqueciendo nuestros sentidos por los celos, bloqueando el razonamiento sin misericordia.
No les hagas a otros lo que no quieres para ti.
Es común pensar que no deberías hacerle a otros lo que no quieres para ti: Por muy cansado que estés o por muy difícil que haya sido tu día, siempre ten presente que escuchar y contestar a la otra persona es una parte fundamental de la vida en pareja.
Y si es posible, tú explícale tus vivencias del día, tus logros y avances pero también tus problemas, tus frustraciones y fracasos.
Para eso somos pareja, para comentar y hablar lo que vivimos a diario y de esa manera no provocar que el silencio se interponga entre nosotros como una ensordecedora catástrofe.