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Me di cuenta que yo era la tóxica de la relación

Cuando estamos en una relación queremos que todo sea perfecto. Y eso empieza cuando impartimos la búsqueda de nuestra media naranja. En especial, si ya nos han roto el corazón antes. Porque no hay nada peor que arrojarte al mar, habiéndote casi-ahogado.

Me fue difícil encontrar pareja. Al principio creí que me quedaría sola, porque tenía tantas exigencias que nadie realmente lograba llenarlas todas. Y, por el más mínimo desliz, terminaba por descartar la oportunidad de seguir conociendo a alguien que podría hacer mi vida un poco diferente a lo que era entonces.

Porque me gustaba mi vida, o eso creía. Pero siempre anhelaba sentirme amada. Anhelaba tener a quien contarle cómo había ido mi día, o qué quería hacer para el día siguiente. Quería lo mismo que cualquier persona: atención. Y, cuando no la tenemos, podemos obstinarnos un poco.

Cuando por fin encontré el prospecto perfecto me quedé sentada esperando que se acercase. Creyendo que era lo suficientemente buena como para que se interesase en mí. Así, sin más. Y, aunque al principio no pasaba nada en lo absoluto, terminamos por tomarnos un café, que se convirtió en un almuerzo, y luego pasó a ser una cena.

Desde principios de la relación había un lado bueno y un lado malo. No sé si era por lo que había pasado anteriormente que no terminaba de confiar en él. Recuerdo que en la primera cita le dije, en tono de broma, que cuando cambiábamos las claves de nuestros celulares.

Eso es algo que espantaría a cualquiera, pero él sólo se rió. Y gracias a dios, porque perderlo a tan temprano tiempo me habría dejado aún más vacía. Aunque no éramos nada, para mí él significaba la posibilidad de volver a serlo todo.

Teníamos círculos de amistades completamente diferentes, por lo que, cuando nos tocó presentarnos ante los amigos y los familiares, aunque cualquiera lo hallaría excitante, yo estaba muy ansiosa. Y tenía miedo respecto a cómo podrían salir las cosas. Porque no todo se vive como en un cuento de hadas.

Al llegar sentía que no era lo suficientemente recibida en su casa, pero, era una completa extraña. Intenté no hacerme la idea tan rápido de que su madre me odiaba. O que su hermana prefería a su antigua cuñada. Es decir, sería una locura apegarme a ello con la primera interacción.

Y sin hablar del círculo de amigos. Donde por cada hombre, había 2 mujeres. Fue entonces donde todas mis inseguridades salieron a flote. Porque, aunque había intentado mantenerlas en la caja, esta se destapó cuando vi lo buenas que eran sus amigas. Y el buen futuro que les venía por delante.

Él sabía que algo estaba pasando después de todos esos hechos, y no dudó en preguntarme por qué estaba tan celosa de volver a ir a su casa, o salir con sus amigos. Si algo había aprendido en mis relaciones anteriores era que tenía que decir lo que no me gustaba, y lo hice.

Le dije que creía que su mamá me odiaba. Le mencioné que su hermana aún seguía prefiriendo a su antigua cuñada. Y que sus amigas son tan buenas que entendería si alguna vez quiere dejarme por irse con alguna de ellas. Él quedó congelado.

Justo después de decir todo aquello, y ver la mirada que me tiró, fue que me di cuenta que yo era la tóxica de la relación. Porque, aún antes de que se hubiese presentado algún problema, ya yo estaba peleándolos. Y eso es lo que hace que una relación se corte.

Portada: Toa Heftiba