¿Alguna vez has estado deprimido?, porque, si no es así, entonces no sabes lo que es levantarse cada mañana esperando el momento donde puedes volver tranquilamente a tu cama. Sin que nadie te esté juzgando porque “no estás viviendo la única vida que tienes”.
Porque estar deprimido es algo tan propio que, aunque queremos con todas las fuerzas que el mundo nos comprenda, sabemos que nunca nos entenderán. Es como querer explicarle a una persona que nunca ha visto los colores, cómo se mira el azul. De cualquier manera, que lo describas, será un callejón sin salida.
Y dicen que el simple hecho de hablarlo nos hace sentir mejor, pero la verdad es que no es así. Porque, una vez que nos damos cuenta que no nos comprenden, sólo nos sentimos estúpidos por haber compartido algo que es tan propio que no debería salir nunca de nosotros.
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Porque sí, al contrario, a lo que todo el mundo puede decirte, estar deprimido está bien. Llorar hasta quedarte dormido está bien. No querer ver, o hablar, con nadie durante días está bien. Lo que está mal es detener nuestro mundo por ello, o esperar que los demás hagan lo mismo.
Porque, por más que alguien pueda llamarse nuestro “amigo”, no estará nunca realmente en nuestros zapatos. Y, aunque nos dedique una media hora de su día para intentar entendernos, eso es todo lo que obtendremos de ellos. No podemos esperar que asuman un estado que no les pertenece.
Cuando estamos deprimidos dejamos de hacer cosas como si la vida se hubiese puesto en pausa. Por ejemplo, si estás estudiando, lo menos que quieres es asistir a clases, o completar las tareas que te han mandado para la casa. Y esto es uno de los más grandes errores que podemos cometer.
No es como que podamos aparecer el mes siguiente y decirle a nuestro profesor “Lo siento, estaba deprimido. ¿Cómo me pongo al día?”, porque, por más comprensivo que este sea, realmente no es una excusa justificable para aplazar tus actividades académicas. ¡Y el saberlo sólo te hará sentir peor!
Lo mismo ocurre cuando trabajamos y nos sentimos deprimidos. Creemos que tenemos todo el derecho de no presentarnos en la oficina, o hacerlo con un estado de ánimo amargado e irritable sólo porque así nos sentimos por dentro, pero la verdad es que es todo lo contrario.
No podemos esperar que las demás personas toleren comportamientos o faltas porque no tenemos ánimos para hacerlo mejor. Son nuestros problemas, nuestras decepciones, y debemos buscar la manera de arreglarlos sin afectar nuestras relaciones con otros. O con nosotros mismos, porque somos quienes en realidad importamos al final del día.
Cuando estás deprimido el mundo sigue, y tú debes seguir con él. Pero no de la misma manera que todos te dicen. Porque, si has roto una relación, te dirán que salgas en búsqueda de alguien nuevo, si ha muerto alguien quien quieres, te dirán que pares el luto.
Si quieres seguir adelante debes preguntarte a ti mismo qué es realmente lo que necesitas hacer. Puede que sea sentarte a leer un libro, o salir y hacer una excursión por algún parque nacional. Lo que sea que sientas que puede ayudarte a liberar de tu mente todos esos pensamientos que te bajan el ánimo.
Porque, aunque sea duro, el mundo seguirá aún después de que hayas sufrido el peor de los engaños, hayas probado la más amarga decepción, o hayas tenido la más temible pérdida. Y tienes, te guste o no, que seguir avanzando. Porque luego te costará más tiempo “ponerte al día” con él.
Portada: Anthony Tran